Nativo de la ciudad-máquina
Soy de Tarragona, una de las ciudades más "cyborg" que conozco. Cientos de kilómetros cuadrados de ingenios metálicos, luces, tuberías, escaleras y chimeneas la rodean como si fuesen implantes bionicos que ocupan más extensión incluso que la zona urbanizada.
Es todo un espectáculo llegar en tren de noche a Tarragona y deslizarse entre todas esas luces, reina un ambiente extraño, como de ciencia-ficción, sin seres vivos por ninguna parte, repentinos chorros de vapor, válvulas, compuertas, extrañas señales, cifras...
Pero no es ese aspecto fantásmagórico y misterioso-futurista el que me hace hablar aquí sobre las plantas químicas.. sino la dichosa y reiterante sinceridad con la que os vengo martirizando desde hace tiempo.
Este post surje tras visionar un reportaje sobre el centro Pompidou de París.
Estandarte junto con el Lloyd´s biulding de Londres, de lo que vagamente se conoce como el estilo tardomoderno, hijo directo del racionalismo pero consistente en la exageración de "los valores tecnológicos".
Las tuberías de instalaciones, las escaleras, los ascensores y "todo lo que no es espacio" va por fuera, a la vista, como si se tratase en realidad de un ser vivo "dado la vuelta" con todas las vísceras por fuera. Exactamente como en una fábrica.
Hay quien dice que el estilo tardomoderno recurre a la exteriorización de las estructuras como un manierismo o simple expresión estética, pero yo soy partidario de pensar que la peculiar estética de este estilo más bien es fruto de un planteamiento fundamentalmente racionalista, en el que se trata de obtener el mayor espacio posible en el interior y a la vez facilitar el acceso y control de las instalaciones, unido con una descarada intención de "no esconder nada" (sinceridad).
En el reportaje el arquitecto Richard Rogers, (creador del Pompidou junto con Renzo Piano) afirmaba que para él las fábricas son el exponente máximo de sinceridad en la arquitectura, pues todos los elementos que las conforman están presentes para cumplir una función específica, que en el caso concreto de la planta química ni tan si quiera se esconde. Y eso es algo con lo que estoy completamente de acuerdo.
Como siempre digo, la sinceridad me parece una virtud que produce las expresiones más bellas e interesantes, Y este post demuestra que la belleza sincera de la síntesis formal del fiat 131, no está reñida con lo que viene a ser casi todo lo contrario, como en el caso del Centro Pompidou, o una planta química.
A la gente de mi ciudad les horrorizan todas esas "tripas" con las que conviden y de las que a la vez viven, pero a mí me fascinan...
Es todo un espectáculo llegar en tren de noche a Tarragona y deslizarse entre todas esas luces, reina un ambiente extraño, como de ciencia-ficción, sin seres vivos por ninguna parte, repentinos chorros de vapor, válvulas, compuertas, extrañas señales, cifras...
Pero no es ese aspecto fantásmagórico y misterioso-futurista el que me hace hablar aquí sobre las plantas químicas.. sino la dichosa y reiterante sinceridad con la que os vengo martirizando desde hace tiempo.
Este post surje tras visionar un reportaje sobre el centro Pompidou de París.
Estandarte junto con el Lloyd´s biulding de Londres, de lo que vagamente se conoce como el estilo tardomoderno, hijo directo del racionalismo pero consistente en la exageración de "los valores tecnológicos".
Las tuberías de instalaciones, las escaleras, los ascensores y "todo lo que no es espacio" va por fuera, a la vista, como si se tratase en realidad de un ser vivo "dado la vuelta" con todas las vísceras por fuera. Exactamente como en una fábrica.
Hay quien dice que el estilo tardomoderno recurre a la exteriorización de las estructuras como un manierismo o simple expresión estética, pero yo soy partidario de pensar que la peculiar estética de este estilo más bien es fruto de un planteamiento fundamentalmente racionalista, en el que se trata de obtener el mayor espacio posible en el interior y a la vez facilitar el acceso y control de las instalaciones, unido con una descarada intención de "no esconder nada" (sinceridad).
En el reportaje el arquitecto Richard Rogers, (creador del Pompidou junto con Renzo Piano) afirmaba que para él las fábricas son el exponente máximo de sinceridad en la arquitectura, pues todos los elementos que las conforman están presentes para cumplir una función específica, que en el caso concreto de la planta química ni tan si quiera se esconde. Y eso es algo con lo que estoy completamente de acuerdo.
Como siempre digo, la sinceridad me parece una virtud que produce las expresiones más bellas e interesantes, Y este post demuestra que la belleza sincera de la síntesis formal del fiat 131, no está reñida con lo que viene a ser casi todo lo contrario, como en el caso del Centro Pompidou, o una planta química.
A la gente de mi ciudad les horrorizan todas esas "tripas" con las que conviden y de las que a la vez viven, pero a mí me fascinan...
Etiquetas: arquitectura
1 Comments:
heyy hola!!estaba buscando una informacion del tardomoderno, y vi tu blog. Sabes me gusta la forma en la que piensas y haces tus criticas, me parce interesante como lo que publicas solo lo haces con tus puntos y demas criticos.
Tambien me gusta mucho la fotografia, pero tambien puedes hacer con tus fotos y tu blog algo realmete grandioso, unelas, no dejes de escribir... bye
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